martes, 23 de febrero de 2010

Matar a un ruiseñor


Hace un tres semanas revisioné esta película de Robert Mulligan y como siempre me sigue emocionando esta historia de justicia, injusticias, de juventud que se pierde, de inocencia, de amistad , de relaciones entre padres e hijos...y todo esto contado de una manera sencilla pero totalmente efectiva.

La historia basada en la novela de Harper Lee (creo que pocas películas llegan a tener una calidad semejante a la novela en la que se inspiran) cuenta como Gregory Peck es un abogado sureño que defiende a un hombre negro acusado de violación en esta adaptación al cine de una novela galardonada con el premio Pulitzer. En una ciudad del sur de los Estados Unidos, en la época de la Gran Depresión, una mujer blanca acusa de violación a un hombre negro. Aunque la inocencia del hombre resulta evidente, el resultado del juicio es tan previsible que ningún abogado haría nada para evitarla... excepto Atticus Finch (Peck), el ciudadano más respetable de la ciudad. Su compasiva defensa le cuesta muchas amistades, pero le otorga el respeto y la admiración de sus dos hijos, huérfanos de madre.

La película destaca por varios motivos, el principal (en mi opinión)es la interpretación de Gregory Peck. Uno de sus mejores papeles (por no decir el mejor, aunque con Peck esta decisión es muy difícil). Pero el papel de este abogado lleno de buenos principios y de ideales que tiene que educar en soledad a sus hijos es realmente un prodigio de contención y naturalidad. Uno termina queriendo que su padre hubiese sido como Atticus Finch.

También es destacable la BSO de Elmer Bernstein, intimista y eficaz.

Escenas a destacar son las de la invitación a comer de un compañero de escuela donde Peck explica por qué su padre no le dejaba matar ruiseñores con su escopeta, o la escena caundo los niños evitan el linchamiento del preso negro o las mismas escenas finales son escenas que te ponen la carne de gallina.



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